lunes, 7 de marzo de 2016

EL ATEO



Rico, robusto al parecer dichoso
cansado de reír y de gozar,
con acento soberbio y orgulloso:
“¡No hay Dios!”, le oí gritar.




Pálido, demacrado y harapiento,
de uno que fue su igual marchando en pos,
le he escuchado decir, con triste acento:
“¡Una limosna por amor de Dios!”




J. SELGAS.